La casa de Don Bartolo El Segoviano en Santiago de Querétaro es un bello ejemplo de casa tradicional mexicana. La casa tiene un patio central rodeado por las habitaciones, todas abiertas al patio. Esta disposición permite ventilación y refrigeración naturales. La casa también está decorada con azulejos tradicionales mexicanos y vigas de madera, además se utiliza como centro cultural y acoge música y danza tradicionales mexicanas.
Antecedente
La casa de Don Bartolo, es una casa que se encuentra en el centro de la Ciudad de Querétaro, México. La Casa de don Bartolo el Segoviano es una de las mayores expresiones de la arquitectura civil de Querétaro. Presenta una hermosa fachada de líneas eclécticas que combinan rasgos de los siglos XVII y XVIII.
Arquitectura común en la ciudad por lo que es nombrada Patrimonio Cultural de la Humanidad, donde se recibe una gran cantidad de turismo, motivo por el cual se han dado a conocer muchas de las historias y leyendas de la ciudad en toda la república e incluso en el extranjero.
En específico esta leyenda sobre la Casa de Don Bartolo “El Segoviano”, es una leyenda muy terrorífica donde al ser narrada verbalmente por los habitantes de la época, existen varias versiones en los detalles, sin embargo coinciden en su mayoría en los relatos que existió un pacto con el Diablo y que se vivió incesto dentro de la casa ya que El Segoviano estaba enamorado de su hermana, situación que resultaba común hace unos siglos.
La situación social de los protagonistas era de clase alta, no se sabe si aquellos lujos fueron adquiridos a partir del mencionado pacto con el Diablo realizado por Don Bartolo.
La Casa de Don Bartolo, se encuentra sobre la calle de Pasteur, muy cerca de la Plaza de Armas y actualmente es utilizada por una dependencia de Gobierno.
Relato
Se cuenta que a mediados del Siglo XVII, ocurrió este suceso y eso se ve reflejado en la arquitectura de la casa a la que se hace mención.
Bartolo Sardanetta y Legaspi, mejor conocido como “El Segoviano”, Conde de Rayas, era un hombre cristiano adinerado y cuarentón, quien no contrajo nupcias, y por lo mismo no tuvo hijos, pero esta situación no lo hizo infeliz; por el contrario, vivió muy alegre al lado de su hermana.
Se le ha conocido como la «Casa de los Espantos» porque esta leyenda fue un hecho escalofriante.
Todo indica que en 1650 llegó Don Bartolo “El Segoviano” a Querétaro, que arribó a la ciudad sin un quinto en la bolsa y acompañado únicamente por su hermana, una mujer de grandes virtudes a quien tenía como ama de llaves, pero se dice que también sostenían relaciones incestuosas y por eso no había querido contraer matrimonio con alguna otra de las guapas queretanas.
Cuentan que la situación económica por la que pasaban era muy difícil; sin embargo, todo dio un inesperado giro, cuando de la noche a la mañana Don Bartolo se convirtió en un hombre acaudalado, dicen que tal era su desesperación, que decidió vender su alma al diablo a cambio de poder, riqueza y fama.
Al ser un hombre muy ambicioso, poco a poco comenzó a construir su imponente residencia y abrió numerosos comercios que le dejaban grandes ganancias, era propietario de exclusivas tiendas en las que vendía los mejores productos importados de España e incluso porcelana de China.
Entre los negocios de Don Bartolo también incluía que era un prestamista, pero uno muy cruel, ya que si uno de sus deudores no cumplía con el plazo convenido de pago, le entregaría sus casas, haciendas o propiedades, para liquidar el crédito adeudado.
Actuaba sin remordimiento alguno y tanto él como su hermana eran muy apegados a la Iglesia, normalmente hacían generosas donaciones, hecho que en ese tiempo hacia callar cualquier murmuro que se pudiera generar entre los pobladores.
Año con año, con motivo de su cumpleaños, Don Bartolo hacía su tradicional brindis con esta frase:
“Brindo por la señora mi hermana, por mi alma y por el 20 de mayo de 1701”.
Estas celebraciones se realizaban alrededor de 1651, sin embargo al ser una fecha muy lejana, ninguno en la concurrencia preguntaba el motivo de este brindis.
Paso el tiempo, hasta que llegó la fecha tanto mencionada en sus brindis. Don Bartolo organizó una inolvidable cena para despedirse de todas sus amistades. Se pudieron ver elegantes carruajes y caballerangos en las calles, sacerdotes del templo de San Francisco y de otras órdenes religiosas a las que acostumbraba darles limosnas, así como muchos lujos en la gala ofrecida.
Cuando comenzó el festín se sirvió vino de la más excelente calidad en las copas y los que estuvieron presentes degustaron de exquisitos manjares.
Al parecer todo le salió perfecto y sin ningún contratiempo, pero el inigualable festejo llegó a su fin y los invitados empezaron a retirarse, la grandiosa celebración terminó y cuentan que Don Bartolo se quedó solo.
Hay quienes dicen que alrededor de la medianoche, cuando las campanas de la Iglesia dejaron de sonar, se escuchó casi de inmediato un extraño sonido que retumbó en los hogares queretanos, que fue como una fuerte detonación y apareció sobre la ciudad un fulgor rojo momentáneo acompañado de un inusual silencio, lo cual asustó a todos los residentes, que todos se encontraban en un total desconcierto, pero desconocían de dónde provenía el ruido y evitaron salir de sus hogares pues también escucharon maldiciones de un hombre.
Al ser en ese momento Querétaro un pueblo pequeño y con poca gente, era muy común que la gente se diera cuenta de lo que ocurría entre ellos, por lo que al día siguiente, los vecinos notaron que nadie salía de la casa de Don Bartolo y al acercarse se percibía un fuerte olor que salía de la casa, por lo que decidieron pedirle al alcalde que abriera la residencia, también avisaron a los monjes del templo de San Francisco, quienes acudieron al lugar con agua bendita y crucifijos, pero nadie se atrevía a ser el primero en ingresar.
Después de una larga espera, las puertas de la vivienda se abrieron, salió una fuerte bocanada de humo con olor a azufre, las plantas de las macetas estaban completamente quemadas y descubrieron horrorizados el cadáver de la hermana de Don Bartolo al pie de la cama, al parecer estrangulada por el mismo.
Los pobladores intentaron abrir en vano las puertas de la habitación principal en busca de “El Segoviano”, y cuando por fin lograron entrar, se impactaron al ver que su cuerpo estaba pegado en el techo completamente carbonizado y con una expresión de horror en el rostro y las mandíbulas estaban desencajadas.
Dicen que los pobladores pidieron a los sacerdotes y monjes de san francisco que intervinieran, por lo que de inmediato, los sacerdotes comenzaron a bendecir el lugar y exorcizaron el cuerpo, que tenía en sus manos un rótulo que decía: «Castigado así por hipócrita, asesino y ladrón», logrando de esta forma que Don Bartolo se despegara de las vigas del techo y callera inerte.
En su guardarropa encontraron una escritura en papel negro con las letras en blanco, en la cual se leía un contrato entre don Bartolo y Satanás, vendiéndole su alma que le entregaría al cumplir un plazo a cambio de riquezas, honores y placeres, llevando a cabo de rapiña y negocios sucios. Como era de sospecharse el plazo se cumplía el 20 de mayo de 1701, fecha por la cual él siempre brindaba.
Se piensa que El Segoviano llevó a cabo este pacto para llenar a su hermana de lujos y que así no tuviera que buscar a otro hombre y poder segur enamorándola.
La que antes fue una de las residencias más majestuosas de Querétaro durante mucho tiempo estuvo deshabitada, debido a las múltiples apariciones y espantos que ocurrían y hay quienes aseguran que todas las noches se escuchan gritos de lamento y sollozos de arrepentimiento, provenientes del alma torturada de Don Bartolo. Al día de hoy es también conocida como la “Casa de Espantos”.
Bartolo, es un nombre curioso, que suele ser clasificado con recelo, como de proveniencia diabólica, también se dice que es el nombre de Satanás.
Hoy en día la casona alberga oficinas Gubernamentales, pero por las noches se abre a algunos grupos turísticos para que puedan conocer la leyenda y espantarse junto con los guardias de las irregularidades que, ellos aseguran suceden dentro de sus espacios.
Ubicación
Dirección: Pasteur Sur 23, Centro Histórico (Frente a la Plaza de Armas)
Tel. 01 442 238 5086